La primera definición que uno se encuentra en Google del verbo educar nos lleva a “desarrollar las facultades intelectuales, morales y afectivas de una persona de acuerdo con la cultura y las normas de convivencia de la sociedad a la que pertenece“. De ella, y no hemos entrado aún en el ámbito educativo, se desprenden tres ideas: Una, que la educación es un medio, un vehículo para formar personas. Dos, que la formación afecta globalmente al individuo, desde lo cognitivo a lo moral pasando por lo motriz, comunicativo… Y tres, que todo ello tiene como fin el integrarse en una sociedad con las normas y momentos que les ha tocado vivir.
Surge una idea que la nueva LOMLOE ha hecho suya ya en sus primeras frases: mientras para cualquier persona la educación es el medio más adecuado para desarrollar al máximo sus capacidades, su personalidad… para la sociedad es el medio más idóneo para fortalecerla y renovarla. Es decir, eduquemos personas socialmente democráticas y así, mejoraremos la salud democrática de nuestra sociedad.
Así, damos un salto más, educar es desarrollar personas para favorecer su inserción social y así, educar supone paralelamente mejorar y enriquecer esa sociedad.
Ya la vieja LOGSE entendía que el fin último de la educación era desarrollar dichas capacidades y que podían estructurarse en 5 ámbitos (cognitivas o intelectuales, motrices, equilibrio personal o afectivas, de relación interpersonal y de actuación o inserción social) entendiéndolas como los logros fin de etapa definidos a través de los objetivos generales. Aparecen en escena uno de los horizontes finales de cada tramo educativo.
Capacidad, citando a Javier M. Valle (Formación INTEF), se entiende como la potencialidad genética del individuo y desarrollada desde unos conocimientos, habilidades, destrezas, actitudes… que da como resultado un potencial de recursos que el individuo despliega para enfrentar con éxito los distintos retos vitales.
Pues si las capacidades esperadas están en los objetivos de etapa, donde se nos muestra el tipo y grado de consecución, cabe aferrarse a las experiencias generadas en el aula que, tomando como base el currículo, impulsarán el logro de dichas capacidades. Tenemos retos y tenemos modo de desarrollarlos. Bien. Un nuevo paso: Educar es desarrollar las capacidades de cada persona para favorecer su integración social desde acciones y experiencias de aula intencionalmente planificadas.
Ahora bien, me apetece hacerme dos preguntas que afrontaré de una en una:
Una, ¿por qué esos objetivos y no otros?, bien podría aparecer ahí montar en bici, tocar el piano o aprender a nadar… pero no están (algo para muchas familias supone algo relevante y a lo que se recurre desde la educación no formal). Bajo mi criterio los objetivos muestran dos características, son básicos para un proyecto de vida y son universales ya que permiten su consecución por todos (quizás los requerimientos de los anteriores les hagan perder esta característica).
Y del otro, se entiende que son comunes y deben ser alcanzados de manera básica por todo el mundo, pero ¿todo el mundo parte de la misma casilla de salida en el tablero y tiene las mismas oportunidades y facilidades en el recorrido? Parece claro que no. Un leve análisis de la realidad actual ya pone en jaque el desarrollo de algunos de ellos con circunstancias que empiezan a rodearnos con carácter global (ciberbullying, acoso escolar, mal uso de las tecnologías…).
Pero si entramos en la realidad cercana de cada entorno escolar los matices pueden hacerse ya más latentes. Por ello no es de extrañar que ya la vieja LOMCE nos recordara que “es necesario que cada centro tenga la capacidad de identificar cuáles son sus fortalezas y las necesidades de su entorno, para así poder tomar decisiones sobre cómo mejorar su oferta educativa y metodológica” o los propios decretos curriculares insisten en que los centros docentes deben analizar las características del alumnado y su realidad educativa para poder adaptar a dicha realidad el currículo.
Así que, avanzo en la idea de educar, que podemos definir como el desarrollo de las capacidades desde acciones intencionadas en el aula para favorecer su integración social considerando las realidades educativas.
Si nos permitimos la licencia de definir realidad educativa como cualquier aspecto social, cultural, económico, lingüístico o de otra índole que condiciona el desarrollo de las capacidades, podemos ir cerrando el círculo de dicha definición.
Sólo cabe matizar dos cuestiones: de un lado de las condicionan a veces por obstáculo y otras por lanzadera. Y, del otro, que pueden entenderse cuatro ámbitos donde principalmente se enclavan: social, curricular, material o de acceso y digital. Muy interrelacionados.
