La búsqueda del Grial

Solía decir mi abuelo que a la escuela se va a aprender cosas, cosas útiles que te sirvan para la vida. Recuerdo habérselo escuchado en mis primeros días de EGB pero ser un soniquete que, a modo de filosofía personal, solía repetir cuando asomaba el tema. Eran los inicios de los 80 y lejos de ser un adelantado a su tiempo, acuñó una frase tan simple como real.

La escuela debe ser una fuente de aprendizajes, esas cosas que van a servir al joven a desarrollarse, a formarse, a estructurar y conformar su “yo”, sus capacidades y saberes que le construyen como persona (capacidades: saber, saber hacer, saber ser, saber estar, ¿recuerdas a Jacques Delors – 1996-?)

Pero esos saberes sólo serán válidos si son útiles, esa persona sólo será funcional si es operativa, esa capacidad sólo tendrá sentido en forma de competencia. Porque no nos basta con saber, la escuela de hoy es la escuela de resolver.

La de los retos, la de las situaciones de la vida llevadas al aula en forma de tareas, la del trabajo global, supra disciplinar.

La del currículo que nos ofrece ese camino competencial (en forma de estándares, indicadores…) pero con la flexibilidad del viajero ante un contexto, una realidad, un alumno o alumna concretos que es su paisaje. La de unos mapas curriculares que organizan mis intenciones para dar coherencia a lo que vamos a proponer en el aula pero desde la flexibilidad y contextualización necesaria para que esa propuesta curricular que nace con la intención de tapar a todos, finalmente abrigue a cada uno y cada una.

CARLOS S. CALLEJA, responsable del área de Programación

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